Ana G. Lartitegui
Edita: Pantalia Publicaciones

Partiendo de la observación de un corpus nutrido de obras, el segundo de los «Cuadernos Hexágono»  profundiza en la particular naturaleza discursiva de las tramas visuales y del propio medio visual como sistema implicado en las literaturas gráficas.

Ana G. Lartitegui es ilustradora y, desde 2004, promotora cultural en Pantalia. Dirige la redacción de la revista sobre literaturas gráficas Fuera [de] Margen  y coordina el grupo de estudio Círculo Hexágono.

«El desarrollo de las literaturas gráficas se encuentra en un momento de eclosión. Los mecanismos de la comunicación visual parecen dispuestos a demostrar que un libro, aun sin palabras, tiene mucho que contar. Sin embargo, la valoración de este tipo de libros no ha llegado al mismo punto de madurez. Un libro sin palabras es «un acontecimiento dinámico, vivo, vibrante». El proceso de su interpretación se asemeja en cierta forma al de la lectura. Pero el contenido de un libro mudo se descifra activando el pensamiento visual. Comprender su naturaleza es una tarea que pasa por la observación del medio visual y su adecuación a los códigos, así como por la atención hacia el discurso gráfico como artificio.»

Páginas mudas, libros elocuentes. Tramas visuales y discurso

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Partiendo de la observación de un corpus nutrido de obras, el segundo de los «Cuadernos Hexágono»  profundiza en la particular naturaleza discursiva de las tramas visuales y del propio medio visual como sistema implicado en las literaturas gráficas.

Ana G. Lartitegui es ilustradora y, desde 2004, promotora cultural en Pantalia. Dirige la redacción de la revista sobre literaturas gráficas Fuera [de] Margen  y coordina el grupo de estudio Círculo Hexágono.

«El desarrollo de las literaturas gráficas se encuentra en un momento de eclosión. Los mecanismos de la comunicación visual parecen dispuestos a demostrar que un libro, aun sin palabras, tiene mucho que contar. Sin embargo, la valoración de este tipo de libros no ha llegado al mismo punto de madurez. Un libro sin palabras es «un acontecimiento dinámico, vivo, vibrante». El proceso de su interpretación se asemeja en cierta forma al de la lectura. Pero el contenido de un libro mudo se descifra activando el pensamiento visual. Comprender su naturaleza es una tarea que pasa por la observación del medio visual y su adecuación a los códigos, así como por la atención hacia el discurso gráfico como artificio.»