Juan Carlos Moisés
Editorial Maravilla, Col. El Lagarto Obrero
Villa Ventana
2017
Ilustraciones: Pablo Picyk

–Que el editor de una colección hable en primera persona, haga una sucinta lectura crítica de los textos en la contratapa, explicite poéticamente su visión sobre la poesía para niños y jóvenes en la solapa y narre las vicisitudes de su relación como lector con el autor y los textos publicados en una Coda no es frecuente en un libro para niños y jóvenes.  ¿Es un modo de posicionarse frente al nuevo moralismo que reconocés desde la década del ochenta en nuestro país, cuando las intrusiones pedagógicas, psicológicas y moralistas tradicionales en la “literatura infantil y juvenil” parecían haberse debilitado bastante y cobró un peso central lo temático? ¿Qué tan conservador sigue siendo hoy el entorno de la “literatura infantil”?
–Es un modo de posicionar el corpus que pretendo se instale como cuña en el orbe lij, quiero construir una instancia crítica en la República de los Lijbros, objetivo que cumplirá el catálogo que vayamos armando, y cuya primera etapa va enunciada en la contrasolapa de cada Lagarto. Esto, con el refuerzo y apoyo que se incluye a modo de coda en nuestros libros: la Coda del Lagarto es un lugar importante de nuestro proyecto. Continuando con tu pregunta, el entorno actual de la “literatura infantil” (respeto tu encomillado), está más despabilado, pero el niño al que se alude sigue siendo, muchas veces, dibujado. También persiste una confusión sobre el concepto “compromiso”, de modo que lo moral aún se impone y prevalece por sobre la poética. Dije un párrafo antes, “niño dibujado”: yo creo que en realidad ni siquiera es necesario incorporar la figura de niña-niño, no es imprescindible aludir a ninguna infancia, para que un libro pueda ser leído por los más pequeños. No digo que no se pueda, o no se deba, sino que en lo esencial, no agrega ni quita al meollo del texto, cuando éste es bueno. Todo esto se acentúa cuando de poesía se trata.

–¿Cómo surgió el nombre de la colección “Los libros del Lagarto Obrero”?
–Cuando visité la Argentina en octubre de 2014, entre Omar Chauvié y Roberta Iannamico organizaron mi participación en el Festival de Poesía de Bahía Blanca y, desde allí, mi visita a Villa Ventana, el pequeño enclave en donde vive Roberta. Ella, en sus mensajes preparatorios, me preguntó qué tipo de comida comía. Le respondí que de todo, menos cola de lagarto overo. Que es, casualidad o no, una especie muy difundida en esa zona, y en la Villa en particular viven a gusto. Este tópico del lagarto se convirtió en habitual en nuestras conversaciones, y cuando Roberta me consultó sobre el nombre de la colección, sin pensar dos veces le dije “Los libros del Lagarto Overo”, que ella transformó de inmediato en “Obrero”. Me gusta mucho porque sintoniza con el espíritu de Editorial Maravilla, y de su primera publicación, la reedición artesanal de “Tizas de Colores”, de la maestra anarquista Herminia Brumana.

–En ambos libros contás que el deseo de publicar a los autores nació de la lectura de un poema en cada caso. ¿Es una especie de defensa de la arbitrariedad y la inmadurez (que otros pretenden ocultar) en el trabajo con el arte? ¿Como si pusieras de manifiesto la tensión entre el propio deseo y las demandas institucionales?
–Sí. La arbitrariedad y mi propio deseo son una constante en mi propia historia como poeta que se lanza a nadar en un mar de los lijbros muy estructurado. Esta encarnación mía como editor amplía y potencia estas variables. La arbirtrariedad es un privilegio del poeta.

–En algunas entrevistas has señalado que la “literatura infantil” es un malentendido o una confusión que llega a nuestros días con la creación de la sigla LIJ (Literatura infantil y juvenil). ¿Los libros de la colección que dirigís son libros o lijbros? ¿Cumplen para vos con esa aspiración a perder la jota?
–Sí, nuestros libros no usan “jota”, son libros, serán libros, los mejores que encontremos en nuestra búsqueda. Es un compromiso que compartimos con Roberta.

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Juan Carlos Moisés
Editorial Maravilla, Col. El Lagarto Obrero
Villa Ventana
2017
Ilustraciones: Pablo Picyk

–Que el editor de una colección hable en primera persona, haga una sucinta lectura crítica de los textos en la contratapa, explicite poéticamente su visión sobre la poesía para niños y jóvenes en la solapa y narre las vicisitudes de su relación como lector con el autor y los textos publicados en una Coda no es frecuente en un libro para niños y jóvenes.  ¿Es un modo de posicionarse frente al nuevo moralismo que reconocés desde la década del ochenta en nuestro país, cuando las intrusiones pedagógicas, psicológicas y moralistas tradicionales en la “literatura infantil y juvenil” parecían haberse debilitado bastante y cobró un peso central lo temático? ¿Qué tan conservador sigue siendo hoy el entorno de la “literatura infantil”?
–Es un modo de posicionar el corpus que pretendo se instale como cuña en el orbe lij, quiero construir una instancia crítica en la República de los Lijbros, objetivo que cumplirá el catálogo que vayamos armando, y cuya primera etapa va enunciada en la contrasolapa de cada Lagarto. Esto, con el refuerzo y apoyo que se incluye a modo de coda en nuestros libros: la Coda del Lagarto es un lugar importante de nuestro proyecto. Continuando con tu pregunta, el entorno actual de la “literatura infantil” (respeto tu encomillado), está más despabilado, pero el niño al que se alude sigue siendo, muchas veces, dibujado. También persiste una confusión sobre el concepto “compromiso”, de modo que lo moral aún se impone y prevalece por sobre la poética. Dije un párrafo antes, “niño dibujado”: yo creo que en realidad ni siquiera es necesario incorporar la figura de niña-niño, no es imprescindible aludir a ninguna infancia, para que un libro pueda ser leído por los más pequeños. No digo que no se pueda, o no se deba, sino que en lo esencial, no agrega ni quita al meollo del texto, cuando éste es bueno. Todo esto se acentúa cuando de poesía se trata.

–¿Cómo surgió el nombre de la colección “Los libros del Lagarto Obrero”?
–Cuando visité la Argentina en octubre de 2014, entre Omar Chauvié y Roberta Iannamico organizaron mi participación en el Festival de Poesía de Bahía Blanca y, desde allí, mi visita a Villa Ventana, el pequeño enclave en donde vive Roberta. Ella, en sus mensajes preparatorios, me preguntó qué tipo de comida comía. Le respondí que de todo, menos cola de lagarto overo. Que es, casualidad o no, una especie muy difundida en esa zona, y en la Villa en particular viven a gusto. Este tópico del lagarto se convirtió en habitual en nuestras conversaciones, y cuando Roberta me consultó sobre el nombre de la colección, sin pensar dos veces le dije “Los libros del Lagarto Overo”, que ella transformó de inmediato en “Obrero”. Me gusta mucho porque sintoniza con el espíritu de Editorial Maravilla, y de su primera publicación, la reedición artesanal de “Tizas de Colores”, de la maestra anarquista Herminia Brumana.

–En ambos libros contás que el deseo de publicar a los autores nació de la lectura de un poema en cada caso. ¿Es una especie de defensa de la arbitrariedad y la inmadurez (que otros pretenden ocultar) en el trabajo con el arte? ¿Como si pusieras de manifiesto la tensión entre el propio deseo y las demandas institucionales?
–Sí. La arbitrariedad y mi propio deseo son una constante en mi propia historia como poeta que se lanza a nadar en un mar de los lijbros muy estructurado. Esta encarnación mía como editor amplía y potencia estas variables. La arbirtrariedad es un privilegio del poeta.

–En algunas entrevistas has señalado que la “literatura infantil” es un malentendido o una confusión que llega a nuestros días con la creación de la sigla LIJ (Literatura infantil y juvenil). ¿Los libros de la colección que dirigís son libros o lijbros? ¿Cumplen para vos con esa aspiración a perder la jota?
–Sí, nuestros libros no usan “jota”, son libros, serán libros, los mejores que encontremos en nuestra búsqueda. Es un compromiso que compartimos con Roberta.